miércoles, 31 de octubre de 2012

"El Fedón"


El Fedón es uno de los diálogos de madurez de Platón y el alma es su objeto de estudio. En el Fedón, Equécrates le pide a Fedón que le cuente como fue el último día en la vida de Sócrates.

Fedón comienza diciéndole que aquel día se encontraban juntos Sócrates, Apolodoro, Ctesipo, Fedondas, Terpsión, Cebes, Critobulo, Antístenes, Simmias, Euclides y el propio Fedón, todos ellos discípulos del filósofo. Conociendo la intención de Sócrates y su más que posible muerte, alguno de sus discípulos trata de hacerle ver a Sócrates que sentir satisfacción al morir es de insensatos y que una persona sensata lo que debe de hacer es tratar de evitar su muerte de todas las maneras posibles. Sin embargo, Sócrates no va a estar para nada de acuerdo con esta opinión, pues considera que la muerte es la meta de la actividad de todo filósofo, ya que es el momento en que, en función de la vida que ha desarrollado el alma en su etapa ligada al cuerpo, esta puede purificarse y alcanzar el mundo eidético. Sócrates defiende que la muerte es mejor para los buenos que para los malos, y en su caso, al haber sido filósofo y haber dedicado toda su vida al estudio intelectual, la muerte no podría ser más gratificante, ya que permitirá a su alma separarse de lo material y llegar al mundo de las ideas.

A continuación Cebes le pregunta a Sócrates sobre la inmortalidad del alma. Sócrates le dice que el alma es inmortal y eterna, que existe desde antes del cuerpo y que continuará existiendo cuando el cuerpo desaparezca. Asegura que todas las cosas que percibimos podemos percibirlas porque conocemos las ideas en las que se fundamentan y de las que constituyen copias imperfectas, y como las personas percibimos cosas desde el momento en que nacemos, parece lógico pensar que esas ideas predecesoras de las cosas materiales están presentes en nosotros desde antes del nacimiento. Sin embargo, cuando llegamos al mundo, no somos capaces de recordar esas ideas inteligibles que habíamos aprendido antes y perdemos todo ese conocimiento. Para aprender y alcanzar un conocimiento verdadero es indispensable recuperar esas ideas perdidas, es decir, es necesario recordar.

Sócrates dice que hay dos tipos de realidades presentes en el hombre: lo visible y lo invisible. Lo visible constituye lo cambiante, lo material, lo mortal, el cuerpo, y lo invisible hace referencia a lo inmutable, lo inmaterial, lo eterno, el alma. A pesar de la convincente explicación del filósofo, Simmias y Cebes no parecen del todo convencidos con la idea de que el alma sea inmortal y defienden que el alma puede encarnarse pero que llegará un momento en que no tendrá más remedio que morir. Para convencerlos, Sócrates les dice que las cosas son lo que son porque participan de las ideas y reciben su denominación, y de igual manera que las ideas contrarias no se admiten entre sí, las cosas que participan de ellas tampoco admitirán la idea contraria de la que hay en ellas. Por lo tanto, si el alma trae vida al cuerpo material que ocupa, nunca alcanzará la muerte, puesto que vida y muerte son ideas contrarias.  Por  tanto, el alma es inmortal.

De esta manera Sócrates les hace ver y comprender a todos sus discípulos, sirviéndose únicamente de la palabra, que el alma es inmortal y que la muerte es buena para las personas virtuosas, y logra así justificar ante ellos su propia muerte.